domingo, 2 de noviembre de 2008

Perros de Paja

Los niños bailaban alrededor de la chamiza encendida. Saltaban, movían la cabeza, los brazos, hasta que los aplausos del viejo de barda cenicienta paraban, entonces ellos se congelaban, menos sus ojos, sus ojos se movían buscando otros niños que sin poder mantenerse congelados perdían el equilibrio y caían al suelo.

Las risas bajitas escapaban, ji ji ji... je je je, pero se callaban cuando el viejo se acercaba pretendiendo inspeccionar que todos estén congelados. El viejo se daba cuenta de que las reglas de juego no se cumplían al pie de la letra, pero simulaba no saberlo y sonreía para sí. Después de la inspección el anciano barbón volvía a aplaudir clac, clac, calc, clac, clac, clac… y los niños a bailar, movían las piernas, la cintura, los hombros y saltaban alrededor de la chamiza encendida.

Los tres perros de la casa veían el feliz festejo. Uno de los ellos decidió unirse al juego, entro en el círculo persiguiendo a los niños y ladrando. El viejo aplaudía más rápido, los niños bailaban con más fuerza. Los más grandes saltaban a través de la chamiza encendida, los otros solo veían y bailaban, los grandes saltaban más alto, mas alto, ahora con las manos en la cintura, ahora para atrás, ahora abriendo las piernas los otros se reían a carcajadas y bailaban. Hasta que un aullido rompió las risas, el perro que se había unido al festejo cayó envuelto en llamas, aullaba muy fuerte, los niños comenzaban a llorara tapándose los ojos, sus madres no estaban ahí para consolarlos.

Luego de pocos segundos, los aullidos del perro que se había tornado en chillidos cesaron. El viejo, absorto se repuso y rápidamente comenzó de nuevo a aplaudir y el solo a bailar al rededor de la chamiza y entre los niños que aún lloraban. Poco a poco los niños se callaron y se unieron uno a uno al baile, ahora todos aplaudían, las lágrimas se secaban en las caras, otra vez se reían, movían sus cabezas, sus brazos, sus piernas, sus hombros, seguían al viejo barbón alrededor de la chamiza.

Los niños se olvidaron del perro, el viejo también, y también los otros perros que vieron todo. Se olvidaron porque no quedaron huesos, ni su cuerpo quemado. Sus restos que eran solo palitos cenicientos como la barba del viejo se unieron a la chamiza. Era un perro de paja.

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